Un verano en el recuerdo
Esta tarde de canícula, no se
puede soportar, en este verano que llevamos varios días. Me he subido a la
azotea, donde corre una brisilla un poco soportable. Las gaviotas revolotean en
este cielo azul, graznan reluciendo su plumaje al tras luz del sol, al fondo la
playa de la torre, que se pierde entre los cañaverales. Por el mar van pasando las embarcaciones,
rumbo al puerto, donde descargaran su preciado pescado. Por la izquierda los
molinos de viento, mueven sus enormes aspas. Los canes han despertado de su
aletargada siesta. ¿Cómo sopla el levante? Que va moviendo las flores, de color lila que han echado las macetas, las
cuales, las estamos limpiando mi mujer y yo.
Cada tarde se puebla el cielo de robustos pájaros, que revolotean
incansables buscando el sustento diario, cuando la tarde se pone plomiza, y los
vencejos pasan serenos, bajo las neblinas de estos atardeceres de calina.
Ahora me recuerda aquellas tardes
de mi niñez, cuando en las vacaciones aquellas, todo se volvía trabajo en el
campo, no había descanso, recogiendo los
frutos de verano. Por estos días se trillaban las sementeras, las noches bajo
el raso cielo, viendo las famosas lluvias de estrellas. Por las mañanas, se
recogían las olorosas peras de Génova, que se caían en el suelo, en un manto
verde de mastranzos. El agua que fluía por la cañería de la fuente, el sonido
de los trinos de los pajaritos, que a veces hacían el nido en le habitación
que estaba dedicada al almacenamiento de la paja. En los corrales había manadas
de cabras, donde recogíamos la leche para el desayuno. Todo se convertía en
tareas, bajo la supervisor del padre de la casa, incluso de la madre.
No se hacían deberes del colegio,
por las noches se escuchaban las melodías de los grillos, y algún que otro de
pájaro nocturno. Las obreras hormigas se dedicaban al transporte de grano de
semillas, que con afán trabajaban cada jornada nocturna, aquello era un ir y
venir, sin descanso, a veces la pesada carga le obligaba a recibir ayuda de
alguna compañera.
Hoy domingo he estado en el
campo, donde se recogen las peras, había algunas en el suelo, limpio como una
patera, no tenía mastranzos, las peras duras como las piedras ¿que mal aspecto
tienen?, nada que ver de aquellas de mi juventud, ahora tendré que cocerlas con
azúcar, para ponerlas dulces y sabrosas como cada temporada. Las chumberas
tienen cochinilla, con el tiempo, se acabaran este fruto tan preciado en verano
que tiene un sabor exquisito. Los grillos siguen cantando en el alba, el zorro
sigue mis pasos, cuando voy incluso me grazna, y se aleja de mi con sus pasos
serenos, es muy astuto, me marca el terreno con sus excrementos.
Los mangos lucen su fruto morado,
hay que ver como cuelgan que parece que van a romper, las finas ramas que los
sostienen, me encanta de verlos, tan pequeños y los buenos frutos que echan.¿
Que bonitas las alboradas?, cuando sale la luna, dorada por las cumbres, que va
iluminando los campos, haciendo las sombras alargadas, por donde se pasa, es
una compañera que no te deja, hasta que dejar su testigo al nacimiento de un
nuevo día.
Ahora, en estos últimos días no
paran de anunciar por los medios televisivos, los calores que marcan los
termómetros. La gente se tira a las fuentes que han puesto en las calles,
siempre hizo calor en verano. Yo recuerdo de mi padre que decía que había que
segar, antes que llegaran los solanos de la Virgen del Carmen. ¿Que razón
tenía? A veces nos sorprendían, y lo pasábamos mal, con las chicharras pegadas
en los troncos de los arbustos. En ocasiones desde que amanecía hasta que se
ponía el rey astro, no había pausa todo era trabajo, si querías comer en el
invierno siguiente.
Hoy los chavales juegan con
tablees, desde muy pequeños, echando las horas, sin descanso. Quien no recuerda
la temperatura que tomaba el agua dentro de la calabaza, aunque estaba
forrada artesanal mente de pleita de
esparto. Ahora se bebe fresca de la nevera. Las chicharras siguen cantando allí
en el campo, a veces pienso, recuerdo este pasado, no se si es mejor o peor, sí
que está en la memoria, si no lo recordamos se irá, como todos nos vamos,
dejando la huella en los párrafos escritos. Aquellas vacaciones de verano.
Siempre había faenas en el campo, ahora nombran las llagas de san Lorenzo en
los primeros días de agosto, cuando dormíamos en la era, era espectacular ver
las estrellas perderse por las montañas, parecía que chocaban, y se perdían de
vista. Mientras disfrutábamos de la brisa de la noche, en el silencio,
escuchando el Rin, Rin, de los grillos que se sentían por todas partes. Ahora
los observo en el alba de cada mañana de las que voy al campo, se escabullen
por todas partes, para perderse en cualquier parte. Las chicharras, se ponen
nerviosas, incluso se estrellan en la cara, buscando su habita en los troncos
de los árboles, que cuando apresta el
calor se ponen locas cantando.
Ahora en estos últimos días, no
paran de anunciar los medios televisivos, los calores que marcan récord cada
año, según hoy mismo el deshielo de la Antártida, es de más de la mitad sin hielo, el efecto
invernadero va poniendo las cosas cada vez más complicadas, en los seres que
vivimos en este planeta. Las plantas
están alterando su habita natural, sin ir más lejos este año se han visto en la
época de floración, que han tenido dos floraciones, donde ninguna ha sido
natural. Me gusta llegar a la huerta, cuando las luciérnagas apagan sus luces,
escuchar el trino de los pajaritos en lo alto de los árboles, ver el rocío del
alba, deslizarse por las hojas. Las mansas aguas transitar por el cauce del
río, rodando por las piedras, buscando el mar, allá por la arena.
Cada mañana es diferente, unas
hace más fresco, otras están cubiertas de nubes, es un placer pasear cada
jornada, buscando las hortalizas que ahora maduran, las uvas, ver el dorado de
su piel, bajo las verdes hojas.
¿Qué gozada? Ver los cartuchos de papel, donde
están las moscateles, cuando amanece, escuchar los trinos de los pájaros, las
acequias llenas de la fresca agua, parece que ha salido de una nevera, hasta
las gomas se empañan, cuando sale el rey astro, que va por todas partes,
calentando el ambiente, por la vera del arroyo.
Hoy día veinte y siete, me he levantada a las seis de
la mañana, estaba más oscuro que la boca de un lobo, he tenido una sorpresa, al
pasar del pueblo, la carretera estaba mojada, al pasar por el viejo puente del
río, había un gran charco de agua, esta noche pasada ha llovido. Al llegar a
los eucaliptos la pista de tierra está mojada, lo cual se ha asentado el polvo
de este prolongado verano. Tenía que regar, todavía no se veía nada, la luna se
estaba disipando, en su cuarto menguante, parecía un casco de cebolla. Por lo
tanto he cogido la linterna, para poder ver la cantidad que debía de echar.
Las plantas estaban mojadas,
cargadas de gruesas gotas que de vez en cuando, se posaban en ni camisa, la
cual se mojó por completo. En las hojas de los plátanos, se mecían pequeñas
porciones de agua que se movían cuando el alba daba paso a este nuevo día. Todo
era silencio, hasta los grillos estaban callados, hoy las chicharras no
cantaban, como estas pasadas fechas.
El pasado veinte y seis en las noticias
anuncian de ponerle un nombre de una calle al fallecido Joaquín Barraquer, que
estuvo de pequeño en Granada, junto a su padre, el que le extrajo el ojo
derecho a mi padre en el año treinta y nueve del pasado siglo, que tuvo un
accidente en las trincheras, en la guerra civil española, según me comentaba en
algunas ocasiones. Por lo tanto siempre llevó uno de cristal, que se lo
quitaba, para dormir cada noche, menos cuando nos quedábamos en la era. Cada
verano, nos pasábamos las noches guardando el montón de la trilla, para que no
se apropiaran, los cacos que traficaban cada oscuridad buscando algún
despistado. En una ocasión sacaron un montón, dejando la paja, sólo se llevaron
la cebada en la era de los Gálvez, que se
encontraba en el camino de las cuevas, esto era frecuente en esos años de
escasez que no había nada, todo estaba vigilado sino te quedabas sin ello.
Ahora si que se está poniendo la cosa un poco complicada, este mismo verano han
intentado de romper la valla del campo. Estamos volviendo a aquellos tiempos
pasados, donde no tenemos nada seguro. Ya empezó el mes de septiembre, el calor
no da tregua, las chicharras siguen cantando, incluso por las tardes cuando
oscurece, se sienten en los troncos de los pinos.
Ha llegado septiembre, el tiempo
sigue igual, como dice el refrán, el verano de los membrillos. Esta mañana,
nada más que abril la puerta de la cochera, ya se sentían los grillos dentro de
las casas. Estaba un poco encapotado con unas nieblas, que cuando llego al
campo, se han disipado, aquí los grillos siguen cantando, bajo las verde
aulagas, que no hay quien les haga desaparecer. El cielo está raso, las
estrellas brillan, iluminando el alba de este nuevo día. Destacando el famoso
lucero que se ve más nítido que los demás. En la ribera del río cantan los
pájaros, entre la arboleda de álamos y mimbres. Me gusta ver el agua, como
transita, serena por los parrales de las uvas moscateles, es un silencio que se
palpa y se te queda en el sentido, de estas veraniegas mañanas. Ya empiezan las
abejas a posarse en las flores de las calabazas, buscando el polen de las
flores de las calabazas, son las mejores obreras, que trabajan todos los días.
¡Como amanece esta luna!
¡Como amanece esta luna!
por lo cresta de la cumbre
va luciendo soberana,
con un lucero le cubre.
Con mutismo va pasando,
recorriendo horizonte
con tus ojos estás mirando
este hermoso continente.
En el alba de estos días,
te veo a ti triste asomar
viendo tu luz que
despedías
cuando te acercas a la mar.
Entre blancas nubes llegaste,
luciendo toda hermosura,
en la madrugada oscura,
callada, y muy sonriente...
20-7-2016
Hoy sábado, día diez, cuando he llegado al campo, no se veía
ni cantar, menos mal que tengo mi linterna que me hace ver las cerraduras de
las puertas, he tenido que esperar, para coger las escaleras de aluminio, y empezar a recoger las verdes
aceitunas, que por cierto las tenía encargadas. Mientras he abierto las llaves
de la acequia y de la alberca, que estaba hasta el borde. Los plátanos en estos
días están echando los ranchos de fruto. ¡Qué verdes se ponen? Ahora en verano,
cuando hay que ponerle algo que los sostengan. Y así cuando se hacen
grandes los ranchos se hacen pesados, hasta hay que ponerla sujeciones, para
que no se caigan al suelo. Hoy hace quince años de el derrumbe de las torres
gemelas. Era martes, estaba trabajando
en la calle Cu rucho de Motril haciendo unas casas, concreta mente
haciendo las fachadas de los pisos, con varios compañeros, las noticias corrían como la pólvora, -- como
pasa el tiempo—. Hoy es domingo, cada año por estas fechas se ven los gatos y
los perros abandonados, por las cunetas de la carretera, cuando ven la luz del
coche, agachan la cabeza, se avergüenzan de su dueño, que no ha sabido mirar
por ellos, se les nota la tristeza, no encuentran comida ni bebida, se ven
flacos y demacrados, ¿Qué pena? Ellos no son los culpables, son los dueños, que
no deben tenerlos si no son capaces de cuidar de ellos. En este día se han
visto unas nieblas por la costa, el viento, hace que no haga tanta calor. Aquí
por la ventana entra la brisa, que se
agradece, dejar por un poco los calores que llevamos padeciendo este verano.
Claro que antes hacían, cuando recordamos, en aquellos años que pasábamos
recogiendo las almendras, las hormigas se te pegaban dándote picotazos por todo
el cuerpo, hoy es otra historia, los secanos son desiertos que no producen de
nada. El cambio climático, está poniendo las cosas muy difíciles, sobre estos
frutos que se regaban con el agua de la lluvia.
Hoy martes ha estado toda la tarde llegando las nubes de
poniente, se ha levantado un fuerte viento que le hace mover las ramas de los
árboles, unas finas gotas se descuelgan
de las obscurecidas nubes, se ha cumplido el pronóstico de los medios
auditivos. Los cartuchos de las uvas se han humedecido. Hoy no se escuchan las
chicharras, los pájaros se agrupan, algunos se marcharan, a otra parte.
Antiguamente era la hora de recoger los frutos de los paseos: higos, tomates, maíz entre otos.
Ahora llevamos unos días, donde
han dado un respiro las temperaturas, un viento de levante, hace más llevadero,
estas horas un poco agradables, sobre todo por las mañanas y las tardes. Por
estas fechas, se hacían varias faenas, antes y de asistir a las clases de la
escuela. Por las mañanas se recogían los higos que, esa noche habían caído al
suelo de las dos enormes higueras que había en el cortijo. De ellos se hacían
los famosos bollos de pan de higo. ¿Qué
buen sabor tenían? Por las tardes, se recogían las panochas, y se metían
en una habitación. Allí se desgranaban, poco a poco, para llevarlas al molino,
para hacer la harina que se destinaba en el consumo humano, de esta se sacaba
el moyuelo para la comida de los animales, gallinas y guarros.
Esto parecía una manufactura de
trabajo, quien no recuerda, el traer el agua para beber y para la comida, menos
mal que a las clases se entraba a las diez, por las tardes de tres a cinco de
la tarde. Me recuerda de ir por las mañanas temprano, a recoger la leche de las
cabras, que estaban en los Riscales, allí la ordeñaba el pastor en una olla de
porcelana, que la sujetaba con una fina cuerda por las asas. Un día, que dio la
olla en un tomillo que se encontraba al margen del camino, no faltó nada para que se derramara aunque
alguna salió por los bordes, incidencias de juventud, que se te quedan gravadas
en el pensamiento.
Hoy a quince de septiembre, han
empezado las clases de Educación de Adultos de Motril, en aquellos años había
que pasar por la escuela, haber cuando empezaba el curso, siempre me gustó el
colegio, quien me iba a decir cuando yo veía al maestro escribir en la Hispano
olivetti, que a mis años lo haría en un ordenador, que en aquellos tiempos no se
imaginaba.
Ahora es todo más fácil, el otro
día le mandé, a la profesora Carmen Paredes un whatsapp ¿qué diferencia?
Ya se anda menos, los móviles juegan un
papel importante, la leche se compra por catones, sabes que es de vaca o cabra,
se abren y punto, los animales siguen por los campos o en los establos.
Nosotros estamos en la ciudad, viendo pasar los vehículos, escuchando los
martillos picadores en las obras de las calles, oyendo todos los días las
campanas a las doce del medio día.
Yo seguiré haciendo
comparaciones, del pasado y del presente. La diferencia es que antes tenía que
hacer lo que me mandaban mis padres, hoy hago lo que me dejan mis años, que ya
paso de siete décadas.
La vida es como una montaña, que
cuando la escalas, te queda el recuerdo, de aquello que llevas andado por esta
vida. Lo que ha ido sucediendo, en cada momento. Los días y las horas siempre
son las mismas, aunque en cada minuto es distinto a los que le suceden. Esta
tarde he ido al campo, me encanta pasear, por aquí debajo de las sombras,
cuando se van alargando poco a poco, ver el agua circular por los regueros, la
aceituna, ¡que hermosa! Que está, en cambio en la provincia de Jaén se ve
aburrida, que si no llueve pronto se perderá la cosecha de este año. Los seres
necesitamos oxígeno, para respirar, también es necesario el agua sin ella no se
pueda vivir.
Las personas que hay en los
pueblos, no se dan por enterados, que la falta de agua perjudica la salud, de
todos los seres del planeta. Quien me iba a decir que llegaríamos donde
estamos, en este planeta llamado Tierra. Como me recuerda la higuerilla de
turón, en el cortijo del guarda, que tenía las raíces incrustadas en las
piedras. Qué higos más dulces echaba, cuando recogíamos las almendras o el
esparto. La isabelina si que los echaba hermosos, aquellos parecían panecillos,
que caían al suelo de pequeñas piedras, hoy me queda la nostalgia.
Ayer domingo, he madrugado, con
el objeto de regar las plantas, y un poco de hortaliza, que siembro cada año.
La luna lucía su mayor esplendor, por la ribera del río. La acequia llevaba más
de medio caudal, la sombra de los nísperos me hizo encender la linterna. A
estas horas hay una tranquilidad
absoluta, las estrellas, se van apagando poco a poco, allá por lo alto de la
sierra, aparecen las primeras claras del nuevo día, que belleza cuando se
pierde la luna y sale el rey astro.
Cuando me he cambiado de ropa, me
ha dado un poco de fresco, por lo que me pongo un jersey, aunque por unos
momentos. Todas las mañanas cuando paso por nuestro antiguo cortijo, me
recuerda aquella enorme higuera, que por las mañanas, y si hacía viento por las
tardes, recogíamos aquellos rubios higos, con una mota de miel.¡ Qué ricos que estaban!
.Hoy el cortijo sirve de residencia de ingleses, a mi me queda el recuerdo de
los años que viví en el, como nostalgia del pasado.
Ahora no hay en los campos tantas
plantas de higueras, las pocas que hay los pájaros se los comen, el otro día me
encontré la higuera, llena de pieles colgando, ellos están hambrientos, la falta
de hierba, les hace que coman donde encuentran, antes había abundancia de todo,
por que llovía mucho más.
Este verano, está haciendo que
los frutos de naranjas y caqui, se ven afectados por las altas temperaturas,
las consecuencias se ve que los que se encuentran al exterior, tengan una
mancha quemada, aquí se nota que la atmósfera está envenenada, con el efecto
invernadero. Esta es la primera vez que le he observado, el sol quema a través
de los productos químicos, que se encuentran suspendidos, cada día estará más
contaminada: no tenemos que dudarlo, los que nos precedan, lo leerán en los
libros, ellos contarán con lo que les dejamos.
Esta mañana ha amanecido nublado,
unas finas gotas ha mojado las calles, creo que en lo más alto de Sierra Nevada
ha caído las primeros copos de nieve, yo me he enterado por las noticias de la
tele.
Este próximo día entrará el
otoño, las plantas se están preparando, para dejar las hojas, por lo tanto se
acaba el relato que comenzó hablando de este y otros veranos que he querido que
se compare, siguiendo la pauta de esta estación del año, donde se cuenta el
pasado y el presente, que estará escrito con esta ejemplo. He querido de narrar
presente y pasado, recordando no todo sino un resumen, recordar que el otro día
hice una foto, a los eucaliptos que sembré, en los años cincuenta, yo era un
niño. El maestro, me cedió unas cuantas plantas, las planté con mucha ilusión.
Ahora puedo mandarle a mi maestra Carmen Paredes, esta hermosura de árboles,
los que han padecido tanta falta de agua. Cuando los puse circulaba un pequeño
chorrito de este preciado líquido, hoy es un desierto, aun así siguen hermosos
en la margen del barranco. Los hermanos también están en el Coto Escolar, cada
vez que paso les miro, y me viene a la memoria los ratos que pasamos, los
regábamos con cubos de una galería que hicieron, quien escribe contaba con ocho
o diez años, quien me iba a decir que un día escribiría estas andanzas. Ya
empezamos las clases de informática, que nos imparte Manuel Martín Gálvez, hoy nos
dedicamos a formar el grupo dos mil diecisiete, comenzamos ilusionados, este
será mi primer trabajo, esto ha sido unos ratos de recuerdo, cada año se
presenta menos lluvioso, según los medios este año han subido las temperaturas,
la lluvia ha disminuido a la mitad. Los que vivimos en el campo nos preocupa,
estos cambios tan bruscos, a mí me inquieta,
desde hace años esto lo comento, me gusta narrar lo que veo con mis ojos,
espero que cuando escriba otro, sea con la misma ilusión, estas palabras las escribo con mi corazón…en Motril
a 21 de septiembre del 2016
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