Siempre
he sentido fascinación por los grandes árboles, seres inabarcables capaces de cumplir
100, 5000, 1.000 años y seguir creciendo y fructificando como si fueran
jovencitos briales. Seguramente es
envidia por esa victoria sobre el tiempo. Quizá también sea admiración ante tan
fieles testigos mudos de miles de nuestras grandes y pequeñas historias.
Pudo
tener la culpa el ciprés…
Cesar Javier Palacios
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